lunes, 17 de noviembre de 2014

El Matrimonio Arnolfini





“De cómo el tiempo se comió el amor”


Las hojas de ese calendario situado en la parte posterior de la habitación, iban cayendo ituado en la parte posterior de la habitacicomo hojas de otoño en esa celda encastrada que parecía ser la llamada “ley de vida”; las mismas empezaban a cubrir las rodillas de aquellas almas gemelas que con ancho reloj en muñeca parecían haber olvidado el significado de alianza en dedo anular.

Demasiados fines de semanas entablando conversaciones con amigos pasajeros, demasiados whataspp sin vuelta a cambio, demasiado sexo con pensamiento ajeno, demasiadas idealizaciones de cintas de más de 35mm, demasiados paseos de perros obligados a defecar emociones ajenas, demasiados encuentros con pago de tarjeta de plástico, demasiadas calles solitarias en una multitud de amores, demasiado…miedo a quedarse solos.

Así que ahora aquellas hojas ya se encargaban de cubrir cada uno de aquellos simbolismos que yacían en el suelo como historia pasada y cada uno de aquellos rostros con arrugas y volúmenes elevados a toque de bisturí posaban con la misma sonrisa de botox, para no confundir los roles en una sociedad igualitaria.

El carácter, la personalidad, sus defectos, sus virtudes quedaban claramente enmascarados tras una fachada impoluta cargada de unos ropajes que marcaban tal vez, un nivel de vida alejado de la tienda de ofertas de la esquina; pero la necesidad de ostentar y de jugar al quiero un día que puedo, parecía más importante que el coste de una manta por recibo de luz impagado.

A lo lejos de ellos dos se visualizaba una frase en donde se leía: “Hay un secreto para vivir feliz con la persona amada; no pretender modificarla”; pero en época de vista cansada en acciones de afecto, parecía poder desaparecer cualquier día en que alguno de los dos se tomara de forma subjetiva la idealización de sus virtudes.

Y mientras Edipo y Electra correteaban a su alrededor como dos perros ansiosos de poseer el reflejo de aquellos padres que les vieron abandonar su infancia. Ahora les tocaba a ellos “montar” la búsqueda de un nuevo linaje que con honor defendiera sus apellidos; pues el ansia de poder reproducir los deseos ocultos tras batallas perdidas con criatura sin culpa de haber nacido, parecía el único juego al que podrían jugar tras cualquier crisis “matrimonial”.

Pues lo que sí que habían aprendido era que de la misma manera que no hay vida sin muerte, no había matrimonio sin crisis; con lo que se tendría que empezar a pensar con los posibles verdugos con los que vomitar su odio.

Pero tranquilos que con el tiempo aún podríamos pensar que en el cuadro había amor…

“Y sino una nueva obra de arte siempre nos quedara para aquello que sin palabras y sin poder explicar, soñaremos que entre pinceles permanecerá escrito, ante los ojos del que se crea que no ha muerto”.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Las Meninas





“De cómo Velázquez conoció a Freud”


Cada uno de aquellos deseos placenteros con los que “Ello” necesitaba satisfacerse no llegaban más allá de la imagen reflejada que aparecía en el fondo de su pensamiento. Parecían visibles en alguna parte si los miraba de frente, pero el resultado final estaba muy alejado de lo que su libido realmente deseaba alcanzar; así pues se quedarían rezagados al fin de todo, entre cuatro maderas en forma de marco y un espejo de cordura. Eran pensamientos fugaces, pues a pesar de luchar con torpes cabezazos con cada una de aquellas paredes de esa sala de techos altos e inalcanzables, con el fin de retomar un nuevo viaje onírico sin límites a sus deseos; siempre aparecía una realidad que abatía cualquier dimensión imposible de palpar.

En el medio existía un “Yo” que acabaría transportando a la realidad tan sólo unas pequeñas pinceladas de cada uno de aquellos impulsos primitivos que se verían con juicio de valor de poder sobrevivir en el exterior; el único canal, ese caballete de madera que con lienzo de juicio se había instaurado en su pensamiento. 

Un caballete de juicio que sólo acabaría encontrando o marcando los colores de aquella paleta en donde todo parecía estar pre establecido;  y tal “aventura” parecía ser nada más de lo que acabaría siendo su puta vida. Por muy grandes que fuesen esas telas con las que rellenar su vida de colores y figuras siempre se encontrarían acotadas por un nuevo bastidor que estaría limitado por esa misma sala de techos altos e inalcanzables. Las tensiones, las laxaciones, los fríos, los calores,…todo iría llegando con suma fuerza, para acabar agrietando cada una de aquellas pinturas, las cuáles acabarían cayendo por su propio peso.

Como siempre el problema venía dado por la cultura adquirida del “Superyo”, por las experiencias y la educación de aquellas meninas que con traje encorsetado también formaban parte de su pensamiento. Las mismas aunque tal vez rondaran desde hacía menos tiempo en su interior, se mostraban en muchos casos en primera línea de orden y acabarían decidiendo los colores con los que aquel pintor ficticio de la izquierda estaba destinado a expresar el resultado final de sus pasos. 

Pues tal vez el problema es que les habíamos dado el “honor” y el “poder” de sentirse superior a unos vasallos con los que tendrían que pactar ideas que recitar; pues la misma sala de techos altos e inalcanzables, habían dejado colar a una comparsa de daños y perjuicios.

Así que por mucho que pasaran los años, ahora veía de nuevo una masa pensante repartida y estructurada de cualquier personaje singular o objetivo en aquella sala de techos altos e inalcanzables.

Un “Ello” en ese espejo del final de la sala, un “Yo” pintor y un “Superyo” de comparsa en la parte delantera.

Una vez más la obligación de hacer lo “normal” nos intentaba ocultar la inocencia, para poder seguir viviendo del aburrimiento.

 “Y sino una nueva obra de arte siempre nos quedara para aquello que sin palabras y sin poder explicar, soñaremos que entre pinceles permanecerá escrito; ante los ojos del que se crea que no ha muerto.”

lunes, 10 de noviembre de 2014

La Pubertad





“De cómo las personas se convirtieron en frías pantallas”


Esa niña que se fue a dormir, se levantó dejando gotas de sangre en sabana de juicio de mujer. Con ambas manos aún húmedas por toque de entrepierna, fue buscando a ciegas y sin expresión alguna las respuestas de su pequeño progenitor.

Tras deslice de pantalla, la vorágine de información empezó a nublar sus ojos de lágrimas por los cambios que se venían y tras toque de senos para verificar posible aumento, se levantó rápidamente para buscar consuelo en esa grande pantalla que con autentificación de contraseña, parecía ser el único confidente con el que poder mantenerse desnuda aun con ropa de adorno.

Ella miraba a izquierda y derecha de esos labios hechos palabras escritas y ahora ya con cara desencajada no se permitía ni mirarla de frente porque sentía que se cejaba. Por primera vez se sentía despojada de todo al verse dentro de una habitación en donde las pantallas se habían convertido en espejos y en donde lo único que veía, era a ella misma; una habitación en donde lo único que existía, era la soledad.

Los secretos de la vida, los misterios del cuerpo, el descubrimiento de la sexualidad; parecían haberla dejado como un caracol sin caparazón. Ella había crecido rodeada de unos amigos de infancia que seguirían tomando la luz de su vida, tras cualquier enchufe con el que cargar nuevas promesas que tal vez nunca llegarían a hacerse realidad. Y hoy la realidad superaba la ficción de cualquier portal de búsquedas e incluso aquello que antaño llamaban “abrazos”, ahora estaba al nivel de cualquier imagen con la que cubrir un fondo de pantalla.

Aquella habitación se había llenado de las sombras de sus miedos; era la asfixia de un hogar sin cariño, pues los tímidos destellos de pantallas de diferentes pulgadas aparecían como la única opción para aliviar su desconcierto. Ahora al otro lado de la puerta no había nadie que pudiera distinguir su lágrima de su sonrisa; ahora al otro lado de la puerta no se sabía quién respiraba.

Tras media vuelta, un paquete de compresas reposaba al fin de la cama; no entendía como aquello podía haber llegado hasta allí, pues no recordaba haber visto ni brazos ni piernas que se apoyaran en cada uno de aquellos viejos amigos de infancia.

Pues tal vez al otro lado de esa puerta existían un algo llamado “Padre” o “Madre” que a pesar de ser nuevas víctimas de la anulación de las nuevas tecnologías, aún tenían el recuerdo de alguien a quien un día le pusieron un nombre.

“Y sino una nueva obra de arte siempre nos quedara para aquello que sin palabras y sin poder explicar, soñaremos que entre pinceles permanecerá escrito; ante los ojos del que se crea que no ha muerto.”

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Duelo a garrotazos





"De cómo los garrotazos se convirtieron en palabras enmarañadas de odio"


Ya no existen ni garrotazos ni golpes a herida abierta, pero la fuerza de la palabra tomada como ansia de desprestigio humano redefine la nueva forma de entender la violencia innata del ser humano.

Los gañanes siguen con sus vastos modales disfrazados ahora con traje y corbata, al momento que intentan abducir mediante tosco fardo de mentiras aliadas a codicias personales, a todos aquellos que de buena voluntad ya no utilizan la religión como escapismo a sus problemas. 

Supongo que tras domingos de iglesias vacías y campos de futbol dinamitados con campañas publicitarias al mejor postor que necesite lavar su imagen de compulsivos robos; el pueblo se sumerge a la caja tonta de gran pulgada para poderse identificar con un nuevo grupo con el que olvidar quien es él mismo y es allí donde entra a jugar el nuevo juez existencial, el llamado ahora político.

Los mismos nos impondrán reglas y condicionaran nuestros discursos y nadie entrará a este orden del discurso sino satisface ciertas exigencias o está calificado para hacerlo. Nos irán vinculando a ciertos tipos de enunciación y como consecuencia nos prohibirán cualquier otro; tipos de enunciación que vincularan a los individuos entre ellos, y diferenciaran por ello mismo de los otros restantes. 

Es una forma política de mantener o de modificar la adecuación de los discursos, con los saberes y los poderes que implican. Con lo cual los presentados no serán nada más que claros estamentos de sumisión del discurso que no hacen más que irse entrelazando con la finalidad de establecer un control total.

En este momento veo como ese pueblo lejano se va desdibujando cada vez más no quedando ni casas ni vegetación, al momento que la tormenta se vuelve más oscura marcando cada vez un aspecto más duro y trágico. La gente sigue sin preguntarse quién es su juez existencial que tiene el valor de purgar o delimitar sobre la “buena conducta del ser”; pues tal vez el hombre sigue envejeciendo sin saber que es madurar.

Dejad de escuchar sacerdotes tras túnica blanca de supuesto discurso puro, dejad de escuchar hombres tras traje negro de supuesto discurso de razón; pues tal vez tenemos que empezar a escucharnos a nosotros mismos, ya que la diversidad está llena de colores.

Tal vez el problema es que no podemos encontrar la reconciliación entre los pueblos sino conocemos la verdad, pues yo tampoco estaba en el día del Big Bang; pero tal vez estás en el camino correcto cuando pierdes el interés por mirar atrás, pero tal vez estás en el camino correcto cuando te das cuenta que todos formamos parte de una cosa que se llama “mundo”.

No esperemos que sólo lo muertos vean el final de esta guerra; la guerra de aquellos que se siguen gritando con palabras de descredito para vencer el miedo que los atenaza; el miedo que les sigue cubriendo no sólo las rodillas, sino ya el cerebro.

Ya no intento pensar en que son las urnas, las fronteras, las izquierdas, las derechas…sólo intento pensar en un pueblo lejos del pensamiento político, tanto occidental como oriental.

Pues tal vez el problema es que todo lo que nos molesta de otros seres, es sólo una proyección de lo que no hemos resuelto de nosotros mismos.

Y sino una nueva obra de arte siempre nos quedara para aquello que sin palabras y sin poder explicar, soñaremos que entre pinceles permanecerá escrito; ante los ojos del que se crea que no ha muerto.

sábado, 1 de noviembre de 2014

La muerte de Marat






"De cómo un cuchillo y una pluma se convirtieron en una hoja en blanco y otra manchada"


No importaba ya el sitio donde tumbarse; pues la calma de su piel se había neutralizado tras la ingesta de productos sin trigo. Tal vez se tendría que sentir con más libertad que nunca, pero el idealismo que lo atizaba tal vez era más pesado que el de cualquier revolucionario de habla francesa. Aquellos dualismos que en su día se crearon entre aquello que mata y aquello que dictamina acorazado en ese momento por un cuchillo y una pluma; ahora se median entre la palabra prohibida y la palabra esperada o tal vez entre la locura y la razón o tal vez entre una simple hoja en blanco u otra manchada de palabras conexas del que según parece sabe.

Ahora ya no era momento de muertes físicas ni de sobrevivientes al corte de fina guillotina, sino que los vencedores parecían empuñarse a la realidad como razón de ser, mientras los vencidos seguirían emulando aquello que sin hojas de diccionario parecía ser más angustioso que la muerte sin entender la vida.

¿A partir de qué momento se podía entender la locura como una verdad oculta? ¿A partir de qué momento no la tendría que dejar caer en el olvido y así ser investida por la razón? Está claro que actualmente buscábamos a la palabra del “loco” un sentido, pero un sentido centrado en nuestros intereses de construcción verbal, ya que si no nos acuñábamos al silencio de la razón para que esta pudiera “curar” a lo que intentábamos delimitar como “locura” no apta para la razón; con lo cual institucionalizábamos claramente lo que es o no locura y verdad.

De esta manera el silencio de la razón permanecía atento para que la separación entre razón y locura permaneciera a su menester.

Lo singular, lo tachado de falso seguiría existiendo en cualquier sombra dibujada, mientras que la luz sólo aparecería por la iluminación de aquella puta pantalla de ordenador, que parecía que fuese el único artilugio que pudiera manejar aquello que estábamos dispuestos a que la gente entendiera.

A partir de aquí entrábamos en intentar conocer cuál era el discurso de la verdad o mejor dicho cuál era la voluntad de la verdad, una voluntad de la verdad que tampoco se encontraría libre de control, ya que la misma se encontraba apoyada bajo el paraguas institucional; libros, ediciones, bibliotecas….y es esa voluntad de la verdad, la que intentaba recuperar las dos anteriores citadas (“palabra prohibida” y “razón y locura”) para poder modificarlas y fundamentarlas. De esta manera blindábamos esa voluntad de verdad que excluía a esa ansia de verdad que intentaba justificar lo prohibido o bien definir la locura. Con lo cual la posible voluntad de saber se convertía en poder conocer tan sólo una voluntad de verdad ya predefinida, ya establecida.

Con lo cual tal vez dejaría ese artilugio con letras escritas apoyada a esa lápida que crecería al mismo ritmo que su saber; eso sí, a un lado una hoja en blanco más escrita por pensamiento que por letras de consentimiento y al otro lado una hoja con palabras escritas, con las que se limitaría a darse razones para seguir viviendo en una falsedad.

Tal vez finalmente acabaría igualmente arqueando su brazo derecho como símbolo de sufrimiento, mientras esperaría atragantarse con cada una de aquellas letras de plástico del teclado no libres de pensamiento. 

Y si un día Saint Just digo que “el rey tiene que morir no por los crímenes que ha cometido sino porque representa una figura que encarna una idea; y que para hacer morir la idea hay que matar a la figura”. Ahora,  en tiempos de monarquías desbaratadas y de muertes no predeterminadas, el triunfo de la razón pasa por el olvido de aquel idealista que sigue soñando.

No dejéis que la locura inventada siga dejando hojas en blanco, pues nunca utópicamente seguiremos pensando que nuevas letras podremos crear para brindar con nuestros pensamientos.

Y sino una nueva obra de arte siempre nos quedara para aquello que sin palabras y sin poder explicar, soñaremos que entre pinceles permanecerá escrito; ante los ojos del que se crea que no ha muerto.