"De cómo los
garrotazos se convirtieron en palabras enmarañadas de odio"
Ya no existen ni garrotazos ni
golpes a herida abierta, pero la fuerza de la palabra tomada como ansia de
desprestigio humano redefine la nueva forma de entender la violencia innata del
ser humano.
Los gañanes siguen con sus vastos
modales disfrazados ahora con traje y corbata, al momento que intentan abducir
mediante tosco fardo de mentiras aliadas a codicias personales, a todos
aquellos que de buena voluntad ya no utilizan la religión como escapismo a sus
problemas.
Supongo que tras domingos de
iglesias vacías y campos de futbol dinamitados con campañas publicitarias al
mejor postor que necesite lavar su imagen de compulsivos robos; el pueblo se
sumerge a la caja tonta de gran pulgada para poderse identificar con un nuevo
grupo con el que olvidar quien es él mismo y es allí donde entra a jugar el
nuevo juez existencial, el llamado ahora político.
Los mismos nos impondrán reglas y
condicionaran nuestros discursos y nadie entrará a este orden del discurso sino
satisface ciertas exigencias o está calificado para hacerlo. Nos irán
vinculando a ciertos tipos de enunciación y como consecuencia nos prohibirán
cualquier otro; tipos de enunciación que vincularan a los individuos entre
ellos, y diferenciaran por ello mismo de los otros restantes.
Es una forma política de mantener
o de modificar la adecuación de los discursos, con los saberes y los poderes
que implican. Con lo cual los presentados no serán nada más que claros
estamentos de sumisión del discurso que no hacen más que irse entrelazando con
la finalidad de establecer un control total.
En este momento veo como ese
pueblo lejano se va desdibujando cada vez más no quedando ni casas ni
vegetación, al momento que la tormenta se vuelve más oscura marcando cada vez
un aspecto más duro y trágico. La gente sigue sin preguntarse quién es su juez
existencial que tiene el valor de purgar o delimitar sobre la “buena conducta
del ser”; pues tal vez el hombre sigue envejeciendo sin saber que es madurar.
Dejad de escuchar sacerdotes tras
túnica blanca de supuesto discurso puro, dejad de escuchar hombres tras traje
negro de supuesto discurso de razón; pues tal vez tenemos que empezar a
escucharnos a nosotros mismos, ya que la diversidad está llena de colores.
Tal vez el problema es que no
podemos encontrar la reconciliación entre los pueblos sino conocemos la verdad,
pues yo tampoco estaba en el día del Big Bang; pero tal vez estás en el camino
correcto cuando pierdes el interés por mirar atrás, pero tal vez estás en el
camino correcto cuando te das cuenta que todos formamos parte de una cosa que
se llama “mundo”.
No esperemos que sólo lo muertos
vean el final de esta guerra; la guerra de aquellos que se siguen gritando con
palabras de descredito para vencer el miedo que los atenaza; el miedo que les
sigue cubriendo no sólo las rodillas, sino ya el cerebro.
Ya no intento pensar en que son
las urnas, las fronteras, las izquierdas, las derechas…sólo intento pensar en
un pueblo lejos del pensamiento político, tanto occidental como oriental.
Pues tal vez el problema es que
todo lo que nos molesta de otros seres, es sólo una proyección de lo que no
hemos resuelto de nosotros mismos.
Y sino una nueva obra de arte
siempre nos quedara para aquello que sin palabras y sin poder explicar,
soñaremos que entre pinceles permanecerá escrito; ante los ojos del que se crea
que no ha muerto.
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