“De cómo los
guionistas aprendieron a diseccionar la mente humana como médicos”
Como marionetas, pero con
respiración asistida al ritmo que procuraban cada uno de aquellos que les rodeaban,
permanecían tumbados con vestido sin ropa puesta, en lo que parecía ser un
diván de un laboratorio psicológico de pleno S.XXI.
Cada uno de aquellos sujetos eran
diseccionados sin herramienta de corte, pues la mutilación tanto del cuerpo
como del alma se producía a través de forzar adictivas tramas que tuvieran
distraído a un público que buscaba alivio ajeno con el que comparar vidas
fracasadas.
La exploración ajena al miedo, y
en ocasiones temeraria de lo desconocido por parte de cada uno de aquellos, la
necesidad de conocer los misterios que entrañaba la vida y de encontrar
soluciones que sirviesen para aliviar el sufrimiento y mejorar su propia
condición “humana”, les invitaba a seguir de cerca el circo creado por aquellos
guionistas que seguían poniendo el dedo en la llaga en cada uno de aquellos
cuerpos indefensos que buscaban su minuto de gloria en pantalla de pequeño
formato.
De bien seguro que cada uno de
aquellos guionistas seguían vestidos de negro, cambiando ahora la gorguera de
antaño por babero que escurrir tras balde vacío de escrúpulos; pues podían ver
que cada uno de sus caprichos macabros convertidos en sugerencias, determinaban
nuevos comportamientos a los conocidos como concursantes o ratas tras celda de
anuncio.
Según parece tras la excusa del
paraguas de experimento sociológico,
todo valía si había billetes por el medio y existían cabezas vacías de
pensamiento con ansias de sensación de grupo.
Una vez más, la deshumanización
de lo llamado “ambiguamente” lo social, se movía por la ley de la oferta y la demanda,
con lo cual quien aportaba más, siempre tendría la posibilidad de sentirse más
respaldado; ya que esa máquina de creación de “simbologías culturales”,
conocida también como “Big Brother”, según el abajo firmante, tendría más
razones económicas para seguir creando.
El abajo firmante parecía verse,
gracias a la luz de ese ojo de buey en forma de bola del mundo que se podía ver
en lo alto de la estancia. Él mismo ahora vigilaba e iluminaba todos los
movimientos, pues ya hacía tiempo que los estudios de la anatomía del
pensamiento se dejaron de hacer a los llamados delincuentes.
Por suerte ahora ya todos eramos
tratados por un igual, pues el crimen parecía ser haber nacido.
“Y sino una nueva obra de arte
siempre nos quedara para aquello que sin palabras y sin poder explicar,
soñaremos que entre pinceles permanecerá escrito, ante los ojos del que se crea
que no ha muerto”.