lunes, 22 de diciembre de 2014

La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp





“De cómo los guionistas aprendieron a diseccionar la mente humana como médicos”


Como marionetas, pero con respiración asistida al ritmo que procuraban cada uno de aquellos que les rodeaban, permanecían tumbados con vestido sin ropa puesta, en lo que parecía ser un diván de un laboratorio psicológico de pleno S.XXI.

Cada uno de aquellos sujetos eran diseccionados sin herramienta de corte, pues la mutilación tanto del cuerpo como del alma se producía a través de forzar adictivas tramas que tuvieran distraído a un público que buscaba alivio ajeno con el que comparar vidas fracasadas.

La exploración ajena al miedo, y en ocasiones temeraria de lo desconocido por parte de cada uno de aquellos, la necesidad de conocer los misterios que entrañaba la vida y de encontrar soluciones que sirviesen para aliviar el sufrimiento y mejorar su propia condición “humana”, les invitaba a seguir de cerca el circo creado por aquellos guionistas que seguían poniendo el dedo en la llaga en cada uno de aquellos cuerpos indefensos que buscaban su minuto de gloria en pantalla de pequeño formato. 

De bien seguro que cada uno de aquellos guionistas seguían vestidos de negro, cambiando ahora la gorguera de antaño por babero que escurrir tras balde vacío de escrúpulos; pues podían ver que cada uno de sus caprichos macabros convertidos en sugerencias, determinaban nuevos comportamientos a los conocidos como concursantes o ratas tras celda de anuncio. 

Según parece tras la excusa del paraguas de  experimento sociológico, todo valía si había billetes por el medio y existían cabezas vacías de pensamiento con ansias de sensación de grupo.

Una vez más, la deshumanización de lo llamado “ambiguamente” lo social, se movía por la ley de la oferta y la demanda, con lo cual quien aportaba más, siempre tendría la posibilidad de sentirse más respaldado; ya que esa máquina de creación de “simbologías culturales”, conocida también como “Big Brother”, según el abajo firmante, tendría más razones económicas para seguir creando.

El abajo firmante parecía verse, gracias a la luz de ese ojo de buey en forma de bola del mundo que se podía ver en lo alto de la estancia. Él mismo ahora vigilaba e iluminaba todos los movimientos, pues ya hacía tiempo que los estudios de la anatomía del pensamiento se dejaron de hacer a los llamados delincuentes. 

Por suerte ahora ya todos eramos tratados por un igual, pues el crimen parecía ser haber nacido.

“Y sino una nueva obra de arte siempre nos quedara para aquello que sin palabras y sin poder explicar, soñaremos que entre pinceles permanecerá escrito, ante los ojos del que se crea que no ha muerto”.

viernes, 19 de diciembre de 2014

La virgen con el Niño





“De cómo la lactancia de convirtió en tela de juicio para una mujer”


Vestida con silla ergonómica y sentada con traje chaqueta, se resistía a mirar a la parte trasera de aquella pantalla de no importa cuántas pulgadas; era allí donde permanecía colgada una foto de aquel que con mismo linaje, seguiría empuñando un biberón ajeno a cualquier corpiño de época.

Los Querubines y Serafines de su alrededor se habían transformado en oscuras palabras balbuceadas por seres inquietantes y perturbadores que luchaban por quebrantar la estabilidad emocional con sentimientos de culpa y decepción a una madre a quien querían anular palabras de consentimiento.

Así que por la izquierda aparecía la farsa de la culpa; alimentada por aquellos que criminalizaban que tras corte umbilical,cualquier virgen hecha mujer pudiera convertir cajitas de cartón de frio estante en nodriza de los que señalaban según ellos como ausentes de vínculo, como desconocedores del apego.

Por la derecha, la falsa decepción era alimentada por aquellos que aseguraban que no se trataba de mucho más que de un abandono por cuestiones de comodidad y estética; pues por allí habían aparecido aquellos que obligaban a crearse falsas expectativas en torno a quien se limitaba a ser una buena madre. Eso sí, sin pensar que tal vez la idealización de esa mujer pasaba por una carencia de personalidad de quien tal vez succionó con demasiado ímpetu en épocas en que la igualdad sólo estaba en palabra de unos.

Ahora ella restaría frente a esa pantalla, que sin seguir importando de cuantas pulgadas era, pues la misma representaría lo que ella misma quisiera representar su sentimiento de culpa. Y allí podría por suerte haber borrado de ella la imagen de Juana de Arco de su salvapantallas, pues no era necesario identificarse con una heroína para poder seguir viviendo con la ley de vida que aflorara de su propia naturalidad. 

Ahora de todas aquellas cómplices con las que identificarse sólo había quedado el fuego; el fuego que si había tenido tiempo de quemar la palabra “vanidad” de su diccionario; hecho que por el contrario no había sucedido en aquellos que seguían incompatiblemente llevando un Dios por bandera a quien idealizar.

Eso sí tantos unos como otras parecían querer sacar la cabeza por esa ventana que se encontraba en el fondo de esa estancia; no sé si buscarían o no ese Dios inventado, pero seguro que soñarían con poder acariciar la vía láctea, hubiese nacido o no un nuevo Hércules a quien alimentar.

La única diferencia es que se llamases Hércules o no, sólo el mismo podría reconocer al largo de su vida quien era su propia madre; pues no hay mejor alimento que el amor y esa mujer con traje chaqueta sin pecho desnudo o no, no necesitaría de palabras de nadie para seguir sintiéndolo.

“Y sino una nueva obra de arte siempre nos quedara para aquello que sin palabras y sin poder explicar, soñaremos que entre pinceles permanecerá escrito, ante los ojos del que se crea que no ha muerto”.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

La tentativa de lo imposible





“De cómo la tentativa se convirtió en un simple Selfie”


Se encontraba en una habitación cerrada buscando su propio referente, aquel que tal vez tan sólo se realizaba en su propio pensamiento. Por falta de expresión propia, sólo podía conseguir su propio reconocimiento al momento que hacia una nuevo “click” con ese artilugio que reproduciría una sonrisa de holograma, con fondo de nuevas imágenes que intentaban no convertirlo en un analfabeto de sus deseos.

Su intención era poder ver estampada su propia imagen, para poder pensar así que su creatividad no se estaba ahogando, o al menos poder pensar que algo de ella aún podía estar presente. Pues tal vez era más lo que soñaba que lo que creía ser o de lo que le hacían creer que era; pues en lo que parecía ser, tenía un juez y en lo que realmente era, nadie lo juzgaba.

Vivía en una sociedad, donde el miedo a expresar todo lo que sentía lo ahogaba en la ignorancia, la ignorancia de no conocer todo aquello que podía llegar a sentir como ser humano y tal vez sólo aquellos auto retratos fotográficos lo libraban de ello. Había perdido tanto la conexión con el mismo que cada una de aquellas imágenes se traducía en formas oníricas en donde todo aquello que no era lógico, le valía.

Sí, esas formas oníricas que barrían por suerte las cárceles de su intelecto. Al observarse al él mismo era cómo si viviera dormido durante un tiempo para poder perder con ello la conexión material con la felicidad y conocer así su sensación real. De la misma manera que como diría Aristóteles, el invidente era el único que podía hablar de la belleza en su estado puro; él se mantenía ciego con ojos abiertos sin conocimiento de la misma.

Así que teniendo en cuenta como dicen algunos; que la manera más profunda de sentir una cosa es sufrir por ella, seguiría sufriendo por sus sueños y extendería así día tras día su brazo para un nuevo “Selfie”.

De esta manera despertaría aunque fuera por unos momentos en una nueva vida con la que enamorarse; aunque ello le llevara al dualismo no puro de la sensación de felicidad o tristeza a partir de la intoxicación de la ganancia o la perdida como única forma de valoración. 

O tal vez esperaría despertar un día en que pudiera dormir despierto…

Allí estarían aquellos impulsos profundos que le ayudarían a encontrar un pensamiento ausente de todo control ejercido por la razón y fuera de todas las preocupaciones estéticas o morales que le acechaban día a día.


Tal vez de buena mañana extendería el brazo para un nuevo “Selfie”, pero tras el paso por cualquier espejo no sabría quien había al otro lado.

“Y sino una nueva obra de arte siempre nos quedara para aquello que sin palabras y sin poder explicar, soñaremos que entre pinceles permanecerá escrito, ante los ojos del que se crea que no ha muerto”.

lunes, 17 de noviembre de 2014

El Matrimonio Arnolfini





“De cómo el tiempo se comió el amor”


Las hojas de ese calendario situado en la parte posterior de la habitación, iban cayendo ituado en la parte posterior de la habitacicomo hojas de otoño en esa celda encastrada que parecía ser la llamada “ley de vida”; las mismas empezaban a cubrir las rodillas de aquellas almas gemelas que con ancho reloj en muñeca parecían haber olvidado el significado de alianza en dedo anular.

Demasiados fines de semanas entablando conversaciones con amigos pasajeros, demasiados whataspp sin vuelta a cambio, demasiado sexo con pensamiento ajeno, demasiadas idealizaciones de cintas de más de 35mm, demasiados paseos de perros obligados a defecar emociones ajenas, demasiados encuentros con pago de tarjeta de plástico, demasiadas calles solitarias en una multitud de amores, demasiado…miedo a quedarse solos.

Así que ahora aquellas hojas ya se encargaban de cubrir cada uno de aquellos simbolismos que yacían en el suelo como historia pasada y cada uno de aquellos rostros con arrugas y volúmenes elevados a toque de bisturí posaban con la misma sonrisa de botox, para no confundir los roles en una sociedad igualitaria.

El carácter, la personalidad, sus defectos, sus virtudes quedaban claramente enmascarados tras una fachada impoluta cargada de unos ropajes que marcaban tal vez, un nivel de vida alejado de la tienda de ofertas de la esquina; pero la necesidad de ostentar y de jugar al quiero un día que puedo, parecía más importante que el coste de una manta por recibo de luz impagado.

A lo lejos de ellos dos se visualizaba una frase en donde se leía: “Hay un secreto para vivir feliz con la persona amada; no pretender modificarla”; pero en época de vista cansada en acciones de afecto, parecía poder desaparecer cualquier día en que alguno de los dos se tomara de forma subjetiva la idealización de sus virtudes.

Y mientras Edipo y Electra correteaban a su alrededor como dos perros ansiosos de poseer el reflejo de aquellos padres que les vieron abandonar su infancia. Ahora les tocaba a ellos “montar” la búsqueda de un nuevo linaje que con honor defendiera sus apellidos; pues el ansia de poder reproducir los deseos ocultos tras batallas perdidas con criatura sin culpa de haber nacido, parecía el único juego al que podrían jugar tras cualquier crisis “matrimonial”.

Pues lo que sí que habían aprendido era que de la misma manera que no hay vida sin muerte, no había matrimonio sin crisis; con lo que se tendría que empezar a pensar con los posibles verdugos con los que vomitar su odio.

Pero tranquilos que con el tiempo aún podríamos pensar que en el cuadro había amor…

“Y sino una nueva obra de arte siempre nos quedara para aquello que sin palabras y sin poder explicar, soñaremos que entre pinceles permanecerá escrito, ante los ojos del que se crea que no ha muerto”.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Las Meninas





“De cómo Velázquez conoció a Freud”


Cada uno de aquellos deseos placenteros con los que “Ello” necesitaba satisfacerse no llegaban más allá de la imagen reflejada que aparecía en el fondo de su pensamiento. Parecían visibles en alguna parte si los miraba de frente, pero el resultado final estaba muy alejado de lo que su libido realmente deseaba alcanzar; así pues se quedarían rezagados al fin de todo, entre cuatro maderas en forma de marco y un espejo de cordura. Eran pensamientos fugaces, pues a pesar de luchar con torpes cabezazos con cada una de aquellas paredes de esa sala de techos altos e inalcanzables, con el fin de retomar un nuevo viaje onírico sin límites a sus deseos; siempre aparecía una realidad que abatía cualquier dimensión imposible de palpar.

En el medio existía un “Yo” que acabaría transportando a la realidad tan sólo unas pequeñas pinceladas de cada uno de aquellos impulsos primitivos que se verían con juicio de valor de poder sobrevivir en el exterior; el único canal, ese caballete de madera que con lienzo de juicio se había instaurado en su pensamiento. 

Un caballete de juicio que sólo acabaría encontrando o marcando los colores de aquella paleta en donde todo parecía estar pre establecido;  y tal “aventura” parecía ser nada más de lo que acabaría siendo su puta vida. Por muy grandes que fuesen esas telas con las que rellenar su vida de colores y figuras siempre se encontrarían acotadas por un nuevo bastidor que estaría limitado por esa misma sala de techos altos e inalcanzables. Las tensiones, las laxaciones, los fríos, los calores,…todo iría llegando con suma fuerza, para acabar agrietando cada una de aquellas pinturas, las cuáles acabarían cayendo por su propio peso.

Como siempre el problema venía dado por la cultura adquirida del “Superyo”, por las experiencias y la educación de aquellas meninas que con traje encorsetado también formaban parte de su pensamiento. Las mismas aunque tal vez rondaran desde hacía menos tiempo en su interior, se mostraban en muchos casos en primera línea de orden y acabarían decidiendo los colores con los que aquel pintor ficticio de la izquierda estaba destinado a expresar el resultado final de sus pasos. 

Pues tal vez el problema es que les habíamos dado el “honor” y el “poder” de sentirse superior a unos vasallos con los que tendrían que pactar ideas que recitar; pues la misma sala de techos altos e inalcanzables, habían dejado colar a una comparsa de daños y perjuicios.

Así que por mucho que pasaran los años, ahora veía de nuevo una masa pensante repartida y estructurada de cualquier personaje singular o objetivo en aquella sala de techos altos e inalcanzables.

Un “Ello” en ese espejo del final de la sala, un “Yo” pintor y un “Superyo” de comparsa en la parte delantera.

Una vez más la obligación de hacer lo “normal” nos intentaba ocultar la inocencia, para poder seguir viviendo del aburrimiento.

 “Y sino una nueva obra de arte siempre nos quedara para aquello que sin palabras y sin poder explicar, soñaremos que entre pinceles permanecerá escrito; ante los ojos del que se crea que no ha muerto.”