“De cómo las personas
se convirtieron en frías pantallas”
Esa niña que se fue a dormir, se
levantó dejando gotas de sangre en sabana de juicio de mujer. Con ambas manos
aún húmedas por toque de entrepierna, fue buscando a ciegas y sin expresión
alguna las respuestas de su pequeño progenitor.
Tras deslice de pantalla, la
vorágine de información empezó a nublar sus ojos de lágrimas por los cambios
que se venían y tras toque de senos para verificar posible aumento, se levantó
rápidamente para buscar consuelo en esa grande pantalla que con autentificación
de contraseña, parecía ser el único confidente con el que poder mantenerse
desnuda aun con ropa de adorno.
Ella miraba a izquierda y derecha
de esos labios hechos palabras escritas y ahora ya con cara desencajada no se
permitía ni mirarla de frente porque sentía que se cejaba. Por primera vez se
sentía despojada de todo al verse dentro de una habitación en donde las
pantallas se habían convertido en espejos y en donde lo único que veía, era a
ella misma; una habitación en donde lo único que existía, era la soledad.
Los secretos de la vida, los
misterios del cuerpo, el descubrimiento de la sexualidad; parecían haberla
dejado como un caracol sin caparazón. Ella había crecido rodeada de unos amigos
de infancia que seguirían tomando la luz de su vida, tras cualquier enchufe con
el que cargar nuevas promesas que tal vez nunca llegarían a hacerse realidad. Y
hoy la realidad superaba la ficción de cualquier portal de búsquedas e incluso aquello
que antaño llamaban “abrazos”, ahora estaba al nivel de cualquier imagen con la
que cubrir un fondo de pantalla.
Aquella habitación se había
llenado de las sombras de sus miedos; era la asfixia de un hogar sin cariño,
pues los tímidos destellos de pantallas de diferentes pulgadas aparecían como
la única opción para aliviar su desconcierto. Ahora al otro lado de la puerta
no había nadie que pudiera distinguir su lágrima de su sonrisa; ahora al otro
lado de la puerta no se sabía quién respiraba.
Tras media vuelta, un paquete de
compresas reposaba al fin de la cama; no entendía como aquello podía haber
llegado hasta allí, pues no recordaba haber visto ni brazos ni piernas que se
apoyaran en cada uno de aquellos viejos amigos de infancia.
Pues tal vez al otro lado de esa
puerta existían un algo llamado “Padre” o “Madre” que a pesar de ser nuevas
víctimas de la anulación de las nuevas tecnologías, aún tenían el recuerdo de
alguien a quien un día le pusieron un nombre.
“Y sino una nueva obra de arte
siempre nos quedara para aquello que sin palabras y sin poder explicar,
soñaremos que entre pinceles permanecerá escrito; ante los ojos del que se crea
que no ha muerto.”
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